¿Qué es el capital solar?
El
concepto de “capital solar” se refiere a la capacidad de protegernos frente a
los efectos nocivos de la radiación ultravioleta que posee cada persona.
Depende del fototipo (“color” de piel), y tiene también influencia genética.
Cuando nos exponemos al sol sin protección, se ponen en marcha distintos
mecanismos para tratar de reparar los potenciales daños que hayamos podido
sufrir. Es una capacidad que va disminuyendo con la edad, pero sobre todo con
la radiación que hayamos recibido sin protección: una persona de piel oscura
que se haya expuesto poco al sol y que cuando lo ha hecho ha sido con
protección, tendrá un capital solar mucho mayor que otra de piel clara que se
haya quemado varias veces a lo largo de su vida. Por tanto, no es algo “fijo”
que se agote a los 18 años.
En CDI
empezamos con la campaña #notequemesconelsol 2019 para intentar fomentar
hábitos de fotoprotección en los niños. Ya sabemos que lo importante es evitar
la quemadura ya que algo de sol es beneficioso para nuestro organismo, pero el
tema de la fotoprotección y la vitamina D es todavía algo controvertido. No se trata de un tema de absorción (la
vitamina D que se absorbe es la procedente de la dieta - lácteos y otros
productos ricos en esta vitamina-) sino de la síntesis de esta vitamina en la
piel por efecto de la radiación solar. Probablemente si durante todo el año no
recibiéramos NADA de radiación solar, la síntesis de esta vitamina se vería
disminuida. Sin embargo, para conseguir un “bloqueo” completo, deberíamos usar
una cantidad de fotoprotector que -casi- nadie utiliza, y reponerlo con una
frecuencia que -casi- nadie hace. Parece que, en cuanto a la síntesis de
vitamina D se refiere, la exposición al sol de brazos o piernas durante 15-30
minutos al día sería suficiente.
En el caso
de los niños, en verano y en días soleados, sería recomendable que se
acostumbren a llevar siempre gorra y gafas de sol. Cada vez hay más evidencia
de que algunas enfermedades oculares que ocurre en la edad adulta podrían ser
consecuencia, en parte, de la radiación ultravioleta. Por ejemplo, si el patio
del colegio no tiene zonas de sombra y el recreo es en las horas centrales
(como suele ser), sería recomendable al menos el uso de gorra (ya que la visera
protege, al menos parcialmente, la radiación solar ocular).
Para niños
mayores de tres años, se recomienda para los primeros días de sol… y los
sucesivos el uso de prendas de protección solar. Lo bueno de las prendas con
factor de protección es que podemos “olvidarnos” del fotoprotector, de
reaplicarlo si han sudado, si se han bañado o rebozado con la arena… Sin
embargo, si al niño – y a los padres- no les supone problema el uso de
fotoprotector corporal, no hay problema en que sea este el método para evitar
la quemadura solar.
Creo que
generalizar o dar un mensaje de “alarma”, o que demonice al sol tampoco es
adecuado: el sol es importantísimo para los humanos, tiene muchos efectos
beneficiosos, influye positivamente en el estado de ánimo, contribuye, como
hemos visto, a la síntesis de vitamina D, sin él probablemente no habría vida,
al menos tal y como la conocemos… por lo que no se trata de “prohibir” y “huir”
del sol, se trata de conocer nuestro tipo de piel, nuestros factores de riesgo
(por antecedentes familiares, por ejemplo) de desarrollar cáncer de piel,
nuestra facilidad para quemarnos… y actuar en función de estos parámetros. En
los primeros años de vida sí que recomendaría ser algo más “estricto” de manera
general, pero luego, las recomendaciones pueden variar mucho de unas personas a
otras, manteniendo unas reglas constantes que todos conocemos y que van
destinadas, principalmente, a evitar las quemaduras solares.
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